Sorprendente. Tras el divertido aunque poco sustancioso videoclip de “Adventure of a Lifetime” de Coldplay, es la palabra que mejor define la bella y onírica pieza audiovisual realizada para la canción “Up and Up” (arriba y arriba), del israelí Vania Heymann. La compenetración entre letra, melodía e imágenes es tal, que se hace realmente fácil digerir su significado sin entender el idioma en el que está cantado el tema. El tono relajado a la vez que positivo hace que no resulte alegre en redundancia, demasiado “pink”, como podría ocurrir en canciones pop de temática similar. Y es que, aunque Coldplay es un grupo muy comercializado, suele seguir siendo fiel al carácter rock alternativo que le dio vida (a pesar de que algunos consideren que pertenece al pop rock).
No únicamente a nivel creativo es destacable. El mensaje de la canción es reforzado mediante el vídeo y, teniendo en cuenta los problemas de los que estamos siendo conscientes actualmente en relación al planeta y a la supervivencia de sus especies (entre ellas, la nuestra propia), puede considerarse necesario en nuestra cultura de masas. A pesar del titánico tamaño de la mayoría de los personajes que aparecen en el videoclip, también hay dimensiones miniatura: jugadores que usan una esponja como campo de fútbol; nadadoras entrenando en el interior de una lavadora. Por tanto, este cambio de dimensiones, de proporciones, no se ha hecho con la intención de marcar una superioridad entre personas y entorno, sino todo lo contrario: es un nuevo prisma que engloba la importancia de respetar el espacio que habitamos, teniendo en cuenta que nos servimos trocitos de mundo en el plato, como se metaforiza tan ingeniosamente en el vídeo (de ahí la presencia de figuras de enorme tamaño, cuyos actos pueden determinar la diferencia entre hacer añicos un lugar o cuidarlo con el mimo con el que se cuida a un recién nacido); de adaptarnos a lo que tenemos a nuestro alcance (si solo tenemos una taza para sumergirnos en el agua, hagámonos lo suficientemente diminutos como para caber en ella en vez de únicamente bebérnosla de un sorbo); y, la más ambiciosa, unir cielo y mar, horizonte y galaxia: una niña se mece en un columpio, mientras a sus espaldas no se encuentra la Luna ni el Sol, sino la Tierra. Invertir los roles, mezclarlos hasta conseguir nuevas perspectivas que no impidan, pese a los malos dados que nos han salido en la última tirada, que dejemos de proyectar nuevas realidades o sueños. La poética de convertir las nubes en océano habla también de la importancia de fluir, de dejarse llevar. Por eso repetir el “arriba” dos veces en el mismo título. No con la intención de hacer hincapié en seguir subiendo peldaños pase lo que pase, sino de unificarlo todo. Que el arriba también sea el abajo. Entender que al bajar también se está subiendo si es la dirección necesaria para seguir nadando, viviendo, amando. Que no nos dé miedo imaginarnos flotando en el espacio, ni olvidemos que nuestra existencia sigue siendo mutable. Porque debemos arreglar algo más que un coche para seguir pisando estas tierras, pero podremos trazar muchos nuevos caminos una vez lo hagamos.
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Mayo 2020
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