Pocos habrá (de nuestra cara del mundo, es decir, de la sociedad con acceso a la red y a los mass media en general) que desconozcan qué es Pokémon Go: una app que actualiza una saga japonesa de videojuegos nacida en los noventa (también tiene cómics y serie, lo que ayudó a hacerlo tan popular), que muchos seguimos con ahínco mientras crecíamos; a su vez, la app hace uso de la conexión GPS para crear una realidad aumentada, añadiendo en lugares concretos elementos con los que interactuar mediante el teléfono móvil, concretamente pokémons. Teniendo en cuenta la progresiva importancia de las aplicaciones móviles en nuestro mundo real (porque, aunque el contenido sea virtual, el tiempo invertido en ello, así como su uso, es real), una app de estas características no debería provocar alarma alguna. Sin embargo, el auge obtenido ha despertado reflexiones dormitadas en relación a esta esfera de crecimiento insaciable, como la necesidad de advertir sobre la atención que debemos dirigir a nuestro entorno real cuando vamos cabizbajos con el móvil entre manos (2). El teléfono móvil es de sustancial importancia en nuestra vida diaria: lo fotografiamos todo con él, hablamos con amigos continuamente mediante apps como WhatsApp, volcamos datos autobiográficos a través de él a las redes sociales... y nadie lo considera una pérdida de tiempo, ya que nos ayuda a sentirnos parte de una comunidad, siempre disponible y atenta a nuestros quehaceres a pesar de la distancia geográfica. Y ahora, que la atención se dirige hacia un videojuego y desvía la atención de gigantes como Facebook (uno de a los que ya ha superado en tiempo medio de uso) (3), todos tenemos una opinión sobre él, ya sea criticando a aquellos que salen a pasear en busca de esos animales ininteligibles, o queriendo formar parte de la aventura. Por supuesto, su éxito lo convierte ya en otro de los gigantes virtuales, y por tanto en herramienta de poder mediante la que empresas como McDonald's ya están intentando nutrir su negocio. Incluso la Iglesia (concretamente, la iglesia metodista de Birmingham), cuyo foco de atención poco podría tener en común con ello, está poniendo en uso el lema "A Jesús le importan los jugadores de Pokémon", con la intención de captar a los más jóvenes (3). Pero más allá del uso interesado o capitalista, fenómenos que abarcan a tantas personas y que, por tanto, los motiva a moverse (sobretodo en este caso, en el que la necesaria búsqueda de lo virtual en el mapa físico obliga a los interesados a desplazarse), también pueden servir para incentivar acciones altruistas. El Refugio Animal Muncie, de EE UU, ha invitado a los jugadores a pasear a sus perros, iniciativa que ha tenido un gran éxito (4). Un arma por tanto de doble filo que, como todo en este mundo, puede servir para muchas cosas distintas dependiendo de las manos en las que caiga. En el título hablo de una posible pérdida de matices. En realidad, los matices perdidos mientras vamos por la calle usando esta app no son demasiado diferentes a aquellos ignorados usando otras apps o dispositivos electrónicos. Nada nuevo, y sin embargo, estas pérdidas se hacen ahora más visibles para muchos. Quizás se deba a los casos extremos en los que los individuos se han plantado en la carretera, sin pensar en las consecuencias, a modo de hipérbole de episodios similares que vienen ocurriendo desde ya hace tiempo en relación con este ámbito (y que muestran una necesaria educación social sobre su uso); o quizás, en este caso resulte más fácil diferenciar lo real de lo virtual al superponerlos directamente en la pantalla, enfrontando de un modo más directo ambas dimensiones al percibirlas juntas. Este espíritu crítico es positivo. Lo negativo, es que se critique en relación a un caso, y no en relación a todos: cuando posamos delante de un monumento cultural, por ejemplo, tampoco estamos invirtiendo el tiempo en contemplar lo que allí tenemos, solamente en hacer constancia de que hemos estado allí, que lo hemos visitado; nada más. Como un pokémon capturado. De hecho, muchos comparan el movimiento realizado con el móvil para capturar con el realizado para tomar una foto. No podría haber un símil más oportuno al respecto. Por último, quisiera hablar de unas diferencias conceptuales que este juego introduce, indirectamente, en la mente del usuario. Ideas positivas sobretodo en niños y adolescentes: cuando capturamos pokémons, capturamos animales imaginarios; no insectos para disecar y mantener en una macabra colección; tampoco cazamos (con la consecuente muerte del cazado) animales reales. Salir a cazar pokémons posibilita el ser consciente de una libertad de acción en lo virtual sin cabida en lo real, en lo referente al coleccionismo y apropiacionismo de seres vivos. Una diferencia que vale la pena cultivar en pos a un mayor respeto por las especies que sí viven realmente sobre nuestro planeta. Ni los videojuegos ni las apps son de por sí perjudiciales para el ser humano. Solamente hace falta marcar con mayor énfasis la línea divisoria que separa el mundo real del virtual, siendo conscientes de la prioridad del primero y dejando para el segundo el tiempo libre, que podemos invertir leyendo, haciendo deporte, escuchando música, dibujando, paseando, jugando... o como en este caso, jugando mientras se pasea. Y procurar que el entrenador no olvide que, a pesar de contemplar el mundo a través de la pantalla, sus pies siguen caminando sobre el asfalto. 1- NAVARRO, María. "Pokémon GO: de cómo un videojuego cambió la realidad (aunmentada), en El Mundo, 21/07/2016 [en línea]: http://www.elmundo.es/cultura/2016/07/21/578fa07f268e3e9c048b46b3.html 2- "La Policía advierte sobre Pokémon GO: Si ves un Snorlax, no te guíes por la emoción, tu seguridad es lo primero", en La Sexta, 18/07/2016 [en línea]: http://www.lasexta.com/noticias/sociedad/policia-advierte-pokemon-ves-snorlax-guies-emocion-seguridad-primero_20160718578c917a4beb2898948b2417.html 3- Redacción BBC Mundo, "Algunas de las historias más extremas y divertidas de Pokémon Go", en BBC, 20/07/2016 [en línea]: http://www.bbc.com/mundo/noticias-36847432 4- Ibíd.
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Hace unas horas, di con ciertos cortos animados en YouTube que me enfadaron profundamente. No solamente por la pésima animación que, a pesar del relativo mérito que pueda tener dependiendo del tiempo y personal que haya detrás, muestra pocos conocimientos artísticos al respecto; sino que mi indignación se debe sobre todo a la descontextualización de hechos históricos y circunstancias concretas, que tergiversa un término de tal importancia y punzante actualidad todavía como lo es el racismo. De hecho, todos los intentos narrativos van encaminados a justificar un miedo al Otro, al extranjero que desconocemos y no queremos dejar entrar en nuestra comunidad, mediante historias alternativas a las ocurridas realmente. El primero de ellos versa sobre la conquista de América (1), la llegada de las flotas inglesas a sus costas. Aparte de copiar descaradamente planos, rostros y personajes de la película de Disney Pocahontas para su desarrollo, el diálogo que sustenta el argumento va volviéndose más absurdo a medida que avanzan los segundos: los ingleses, tras encontrarse con los habitantes de las tierras (que, como ya sabemos, eran los Nativo Americanos o indios), deciden intentar convencerlos de habitar sus tierras. Los nativos, absortos ante la invasión, se niegan a ello. Alegan lo distintas que son sus culturas y la imposible convivencia a la que esto les lleva. Los ingleses empiezan a acusarles de racistas, haciendo hincapié en la libertad de las personas en cuanto a elegir el lugar que desean habitar, a lo que los otros contestan refiriéndose a sus recursos limitados y la pobreza a la que llevaría a su pueblo el compartirlos con tantas otras personas. Los invasores pasan, entonces, a disparar a uno de los nativos, excusándose en defender los derechos antirracistas de la humanidad. Tras este hecho el diálogo sigue sin apenas alteración. El capitán intenta conmover a los nativos hablando de su largo viaje y mostrando una niña cuyo tiempo en alta mar la ha agotado, y lo injusto que sería hacerla regresar de nuevo a Inglaterra. La constante negativa a ello acaba con el exterminio de todos los nativos allí presentes, de nuevo justificándose en su actitud racista. Finalmente, sale Pocahontas a escena, hablando y defendiendo a los ingleses y disculpando la actitud racista de los suyos con un tono intelectual. Comparar invasores con inmigrantes o víctimas de guerra es tan injusto como descabellado. Justificar en unos hechos tan lejanos a nuestros días (no solamente temporalmente hablando, sino en relación al contexto general: nativos en equilibrio con la naturaleza que se ven atacados por extranjeros con ansias de encontrar riquezas y explotar sus tierras, no son equiparables a la situación que está teniendo lugar a día de hoy, en la que personas que se quedan sin hogar ni recursos buscan rehacer la vida a la que tienen derecho como seres humanos aun teniendo que dejar su país) un incorrecto uso del término racista no hace más que crear confusiones, más aun teniendo en cuenta el adolescente público que visita tanto YouTube, cuyas ideas en relación al mundo están todavía formándose y por ende son muy vulnerables a discursos como estos . Pero todavía hay más. Aparte de una segunda parte que continúa con la trama narrada y que me niego a ver, el usuario y en principio autor de estos cortos subió, un año más tarde, otro vídeo animado (2). El giro argumental de éste es al menos más original, si bien el trasfondo sigue siendo el mismo: Hitler, tras años desaparecido desde que acabó la Segunda Guerra Mundial, regresa con una nave espacial a la actualidad. Tras los abucheos de los espectadores que presencian este extraño hecho, los hace cambiar de actitud hablando de que vuelve con el propósito de rectificar en sus actos y ayudar a la humanidad. Ya no odia a ninguna cultura, sino que se considera antirracista y, por tanto, a favor de la diversidad. Esta diversidad lo lleva a abrir las fronteras del país e invitar a todo extranjero de distinta cultura a formar parte de la nación. Los judíos lo persiguen día tras día para que vuelva a cerrar puertas, ya que tienen miedo de que la invasión de otras culturas acabe con la suya, lo que, al final del corto, se muestra que ocurre en transcurrir unos años. Hitler se considera inocente de los hechos, si bien los judíos mueren con la seguridad de que su aparente inocencia era una estratagema perfecta para acabar con ellos sin recibir acusación alguna. Como digo, la originalidad de este último lo hace al menos más interesante: ¿qué mejor forma de terminar con tu enemigo que haciéndote pasar por su amigo? Sin embargo, el nuevo mandato del ex-nazi no es tan desenfadado, ya que su insistencia y obsesión en la diversidad sobrepasa el sentido democrático y solidario que una izquierda con sentido común llevaría a cabo. Y es que el radicalismo de izquierdas es tan peligroso como el de derechas, pero ¿es acaso justificable narrar tal hipérbole con la intención de mostrar lo catastrófico que puede llegar a ser vivir inmerso en la diversidad cultural cuando esta diversidad ha sido llevada a cabo de modo tan extremo? Por supuesto que no. Y de nuevo, lo que consigue este corto (seguramente con mejor resultado que el anterior, dado que la calidad argumental es mayor y más ingeniosa) es manipular significados y significantes, tratando un tema tan delicado como lo es la migración desde un prisma que puede confundir el derecho y la democracia con la imposición y la radicalización y por tanto, hacer que el espectador concluya que el miedo a los inmigrantes, el racismo... son positivos. Dado que los vídeos originales están doblados en inglés, algunos usuarios han subido estos cortos a su propio canal con subtítulos. En la descripción de uno de ellos, se lee: “Quizás poniendo a indios nativos en el lugar en que se encuentran los blancos HOY, entiendas la desastrosa situación.” (3) Absurdo. La desastrosa situación es que, a día de hoy, se siga cultivando el miedo irracional hacia otros seres humanos con argumentos descabellados e incoherentes. Así se cultiva el radicalismo. Fuentes: 1) https://www.youtube.com/watch?v=faNge-o0V-k 2) https://www.youtube.com/watch?v=6iyXMvN8cIg 3) https://www.youtube.com/watch?v=4urPWqMCRIk Termina tu infancia, llegas a los últimos kilómetros de la adolescencia y te mudas de la escuela al bachillerato. Te propones como meta aprobar con buena nota, concentrando tu día a día en tal objetivo y aliviando el cansancio con unas horas de alegría entre seres queridos y nuevos amigos. Apruebas Selectivo y, tras el estrés acumulado previamente a esos días decisivos a tu futuro, consideras merecer unos dos meses de pausa antes de empezar ese nuevo ciclo que marcará la universidad. Orgullosa de la plaza conseguida, te propones darlo todo para no decepcionar a los tuyos ni a ti misma; te propones destacar en las asignaturas que puedas, implicándote al máximo y sacrificando gran parte de tu tiempo libre en acabar trabajos sustanciosos, creativos, que muestren el nutritivo fruto del tiempo invertido entre profesores y compañeros. Obtienes resultados que, a pesar de no situarse en lo alto del total, te gratifican en mayor o menor medida.
Entonces llega la crisis económica. Te envuelve el miedo a tener que abandonar. Lees al respecto, escuchas rumores de alumnos a los que no se les ha concedido beca por unos u otros motivos, y que van a tener que buscarse vías alternativas que lo mantengan bajo el techo de la educación, aunque puedan menguar su rendimiento o dificultar la asistencia a las clases. Otros, fracasando en la búsqueda, se marchan. Suspiras hondamente, feliz por haber sido una de las afortunadas cuyo caso se adapta a todas y cada una de las cláusulas que deciden si tienes derecho o no a una ayuda económica. Vuelves a sumergirte en esa intensa burbuja de conocimientos y, avanzando año tras año, adaptándote a los nuevos retos que allí debes afrontar y cuya superación engrandece tu ego y sed de conocimientos, llegas al precipicio en cuyo límite se lee "fin". Sabes que quieres continuar y, tras una búsqueda de másteres que puedan especializarte y hacer de ti un mejor partido en lo laboral, animada por la seguridad de tener derecho a una beca de estudios, te lanzas a alcanzar otra cumbre, más alta pero más breve. Pero cuando llegas a escalarla del todo y miras hacia abajo te das cuenta de que ese precipicio vuelve a estar, y es todavía más alto. Te invade el vértigo. No quieres bajar, pero no puedes seguir subiendo. Un doctorado: demasiado pronto, necesita tiempo y una seguridad económica; otro máster: inaccesible mediante beca, porque una vez has alcanzado una cumbre de esa altura no dejan que escales otra igual, aunque el recorrido sea muy distinto y el lugar al que lleve más seguro. Sabes que debes parar. Lo aceptas, y te lanzas a un mundo laboral del que apenas conoces nada. Te vences ante la necesidad y envías tu currículum a empresas en cuyo sector no esperabas encajar, en las que temes que tus conocimientos intelectuales sirvan poco o incluso nada. Tras meses de espera y alguna experiencia esporádica, una llamada te abre una puerta con mayor seguridad. La cruzas, temblorosa. El primer sabor percibido tras ella es amargo, el tacto áspero. Sigues ese camino y percibes tus faltas. Te cuesta ser productivo. No te has educado para ello, sino para reflexionar, crear, investigar. Topas con desniveles que te hacen frenar los avances logrados en ese nuevo mundo, y sientes que hay que volver a empezar, que todavía quedan horas por delante hasta afianzar seguridad en él. Despiertas cada mañana preguntándote dónde ha estado el error: si no hubiera recibido beca, ni siquiera hubiera podido terminar lo que hasta aquí me ha llevado; si hubiera alternado estudios y trabajo, no hubiera alcanzado la madurez intelectual que, sin horas y horas de lectura, estudio y práctica, he logrado; si no hubiera ido a la universidad me sentiría vacía, falta de conocimiento que me ayude a ser una ciudadana crítica. Te preguntas cómo sería tu vida si la estabilidad económica de tu unidad familiar fuera mayor; si hubiera un agarre seguro al que abrazarse hasta encontrar al fin tu lugar. Pero te das cuenta de que no sirve de nada pensar en todo ello si no se consiguen mejoras en el camino realmente andado. Solamente puedes poner tu empeño en ello, abrir tu espectro de habilidades y aprender, seguir aprendiendo de todo aquello que tocas con la esperanza de reubicarte en aquello que deseas. Esta es mi historia como estudiante, mi percepción al respecto tras haberle puesto fin (por ahora). Pero seguramente haya muchas historias con trasfondo similar. Y, a pesar de todo ello, nada parece cambiar. La esfera de la universidad sigue igual de aislada de la laboral y, partidaria como soy de la primera, considero que las medidas que debieran tomarse para unirlas deberían de favorecerlas por igual, sin necesidad de convertir la universidad en una fábrica de ciudadanos productivos sin derecho a la pausa, la investigación, la creación o la crítica. Queda mucho por mejorar de la sociedad en la que vivimos. |
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